A tres décadas de la explosión en la Fábrica Militar de Río Tercero, los vecinos aún recuerdan el miedo, el dolor y la injusticia. Siete muertos, más de 300 heridos y una ciudad devastada por una decisión política que marcó a toda una generación.
Hoy, 3 de noviembre, se cumplen 30 años de la explosión que sacudió Río Tercero, una tragedia que marcó la historia reciente de la Argentina.
Eran las 9:00 de la mañana de 1995 cuando una serie de tres explosiones consecutivas en la Fábrica Militar de Río Tercero, en la provincia de Córdoba, arrasó con barrios enteros, provocando incendios, destrucción y una ola de terror que se extendió por toda la ciudad.
El resultado fue devastador: siete personas murieron, entre ellas niños que salían de la escuela, más de 300 resultaron heridas, y más de 15.000 vecinos fueron evacuados. Cientos de casas quedaron destruidas o inhabitables.
En los primeros días, el gobierno de entonces habló de un “accidente”, pero las pericias demostraron lo contrario: las explosiones fueron intencionales.
El objetivo era eliminar pruebas del contrabando ilegal de armas a Croacia y Ecuador, una operación secreta que vinculaba directamente al gobierno de Carlos Menem y a funcionarios de alto rango del Ministerio de Defensa.
Con el paso de los años, la causa judicial reveló la verdad: se trató de un acto de sabotaje planificado desde el Estado.
En 2014, el Tribunal Oral Federal N.º 2 de Córdoba condenó a cuatro ex militares —entre ellos al coronel Edberto González de la Vega y al sargento mayor Carlos Franke— a penas de entre 10 y 13 años de prisión por el delito de estrago doloso agravado.
Sin embargo, el expresidente Carlos Menem, acusado como autor intelectual, fue sobreseído por prescripción en 2020, poco antes de su muerte.
La sensación de impunidad sigue viva
Cada 3 de noviembre, Río Tercero se detiene en silencio para recordar a las víctimas y exigir justicia.
En diálogo con Radio Power Max, una vecina y periodista local revivió aquellos momentos de terror:
“Esa mañana nos quedamos sin energía eléctrica ni teléfonos. Nadie sabía qué pasaba, todos estábamos en peligro y no podíamos comunicarnos. Por momentos temíamos que nuestros familiares estuvieran muertos”.
Y agregó:
“Había familias que lo perdieron todo. Muchas casas quedaron en ruinas. Los fallecidos murieron por las esquirlas o los vidrios que explotaron por las ondas expansivas”.
Treinta años después, la herida sigue abierta. Río Tercero es hoy símbolo de dolor, resistencia y memoria. Una ciudad que fue víctima de una decisión política y que, pese al paso del tiempo, aún clama por verdad y justicia plena.




