Crónica de una muerte anunciada: el testimonio que anticipaba el atroz femicidio de Gabriela Degeorgio

El testimonio en cuestión es el de la empleada de la panadería Santa Catalina, ubicada en Saavedra y monseñor Zazpe del barrio Sur de la ciudad, quien en primera persona relataba, la llegada de un potencial cliente en julio del año 2013 y su férrea resistencia a ser violada y asesinada, lo que le permitió salvar su vida.

El asesino, quien cometió el hecho en el año 2013, Jorge Alberto Romero, de 22 años entonces, fue condenado a seis años de prisión. Cumplió la condena en julio de 2019, salió en libertad y el viernes pasado violó y asesinó a la comerciante esperancina, Gabriela Degiorgio de tan solo 36 años.


El testimonio

Todo sucedió a las 14.30 del sábado 13 de julio de 2013, yo a las 15 cambiaba de turno, que era la hora del relevo en que llegaba mi compañera. A esa hora no había nadie en la calle. La sucursal de la panadería Santa Catalina estaba -ya que cerró un tiempo después del hecho-, en la esquina suroeste de monseñor Zazpe y Saavedra, cuando entró este chico, que habló conmigo y me dijo que necesitaba trabajo, que el tenía hecho un curso de panadero y que hacía poco había sido papá, y recalcó su necesidad imperiosa de trabajar. Entonces, le dije que me deje sus datos, su número de teléfono de celular, y me dijo todo con característica de la ciudad de Rafaela. A todo esto, nunca me imaginé que era un delincuente“.

Abruptamente, de un segundo para otro, me tapó la boca y me llevó a la parte de atrás del local comercial, me amenazó y empezó a toquetearme. Después me pegaba en la cabeza con el puño cerrado. Yo sangraba por la nariz y por la boca y no podía gritar. En un momento comenzó a asfixiarme. Yo le decía que me estaba matando y él me respondía que estaba enfermo, que se iba a entregar, que no me quería matar, y se tomó una bebida energizante que teníamos en el depósito. Me quería meter por la fuerza en el baño y ahí comencé a desesperarme porque me estaba ahorcando. No sé de donde saque fuerzas y mientras me tenía del cuello con una mano, con la otra me pegaba. Entonces, le pegué una piña y me quedó todo el anillo doblado.

Justo en ese momento que fue el de mayor desesperación, entró un cliente a comprar y como no vio a nadie dentro del local comercial, aplaudió. Entonces él me dijo que no gritara, y comenzó a atarme con la remera de mi compañera y con mi chaleco. Me decía constantemente, no digas nada, no digas nada, no digas nada porque yo me voy a entregar, y espera que yo me vaya para salir de acá. Después, agarró mi mochila, sacó la plata de mi billetera que eran unos 700 pesos y mis documentos. Yo le pedía que dejara el documento, que se llevara las tarjetas, pero que me devolviera el documento. Pero, lo hizo apropósito y al documento se lo llevó. Y después salió desde la parte de atrás del local, y yo escuché cuando estaba en el salón comercial, saludó al cliente como si el fuese un empleado de la panadería, al que le dijo “Hola. Que tal. Buenas tardes. Después escuché la campanilla de la caja registradora cuando se abre, sacando el dinero y las llaves de la panadería, abrió la puerta y se escapó corriendo.

Ahí es cuando yo salgo desde la parte de atrás del negocio al frente del local comercial, y tenía la cara completamente ensangrentada, y me encuentro con el cliente, que se asustó y salió a la calle y comenzó a temblar. Después, llamó a la Policía. En el mismo momento llegó una clienta que es vecina del barrio, que me vio y me dijo que ella vino porque se escucharon gritos desde su casa. Entonces, los dos clientes me preguntaron si yo lo conocía al agresor, le dije que no, pero inmediatamente recordé que anoté en un tickets sus datos personales y su teléfono celular.

Después cuando llegaron los policías, yo les conté todo lo que había pasado. Y les entregué el tickets con los datos, y ellos llamaron varias veces, pero siempre la comunicación terminaba en el contestador. Hasta que finalmente atendió una mujer, que después de saber lo sucedido, dijo que se trataba de su hijo. Sabía que su hijo había viajado a Santa Fe a buscar trabajo, aunque ignoraba donde podía encontrarlo“.

Finalmente, días después fue aprehendido por la Policía en Rafaela fue traído a Santa Fe, juzgado y condenado a seis de prisión cuando tenía 22 años.

El ahora asesino,Jorge Alberto Romero, ahora de 28 años, recuperó la libertad en el mes de julio de 2019. El viernes, viajó a Rafaela en un colectivo, bajó, fue al local comercial de Rivadavia al 1900 de la ciudad de Esperanza, donde Gabriela Degiorgio de 36 años de edad, la golpeó para vencer su resistencia, la violó y la volvió a golpear hasta asesinarla, robó, se escapó, y se entregó antes de la medianoche en la Subcomisaría 17° de barrio Brigadier López de la ciudad de Santa Fe.

El lunes, Romero asumió su responsabilidad criminal en el cruento asesinato de la joven comerciante.

*Agradecimiento especial al archivo del Canal Veo Santa Fe y a la conductora del Noticiero Andrea Scándolo.


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